Un deseo en mil mundos de mentiras
“No
me olvides en el silencio, que las palabras no aceptan vivir callando”
Todos somos testigos que la vida existe porque la
vivimos, es una situación que se hace tangible con cada experiencia de la
cotidianidad, cada golpe, cada gesto de amor, de desprecio o de dolor son consecuencia
de la existencia.
Cuando era
adolescente no era consiente de que la vida no consistía únicamente en
respirar. Comprendo ahora que no tengo palabras para explicarla, aunque
morimos, es finita en el recuerdo de aquellos que viven con sensibilidad y
valoran de los demás la diferencia, su identidad, su raza, su credo…
Con el paso de los
años choco contra un muro de inexperiencia que en vez de derrumbarme, convierte
mis sentimientos en expresiones de acero difíciles de comprender, mis ojos se
retractan ante una realidad inexplicable, pero luego se conjugan en la realidad
inevitable. Enlodo mis manos cuando roso la hipocresía de la gente, mis
emociones se agotan y camino en reserva con miedo a quedarme escrito en la
última pagina de la historia.
Veo el mundo que
corre desesperado en un mar de ilusiones, veo el mundo que corre delante de la
raza humana, tengo mis ojos mirándote, mi boca deseándote, mis manos tocándote,
mis oídos escuchándote, mi nariz inhalándote, con miedo a envenenar mi deseo en
mil mundos de mentiras.
Cada momento de mi
vida se ha convertido en un poderoso artefacto que destroza de mis mente los más
bellos recuerdos, cada minuto que pasa ciento que asesina la intención de que
mis labios sonrían al recordar lo bonito que era mi pasado. Aquellos días cuando expresaba sin censura todo lo que
sentía y no editaba mis actos antes de mostrarlos, porque era libre ante una
sociedad que se resignaba a aceptar la realidad incomoda que no podemos evitar.
¡La de ser diferente a los demás!. Me he acondicionado a vivir de los recuerdos
y soportar el dolor de lo pasado que oscurece mi presente. Me he dormido en un
rincón del olvido deseando no despertarme jamás y revivir en el futuro para no caminar sobre el presente.
Quisiera entonces
haber podido: nacer en un país
verdaderamente libre, crecer
pensando que las palabras de los dirigentes son honestas y que no existirá mas
pobreza ni corrupción, vivir el
resto de mi vida con la conciencia tranquila y feliz de mi familia; y al fin, morir creyendo que mis “amigos” fueron
sinceros, motivo de mis alegrías y tristezas y entrañables humanos sensibles.
Pero morir al fin feliz.
Autor: Didier David Cataño Quiroz
Jericó,
Antioquia
dcartiroz.com@gmail.com
Nota: este artículo fue publicado por primer vez en el períodico regional LA CALLE 30 , del Municipio de Pueblorico en el Suroeste de Antioquia.
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